El derecho a soñar es el único derecho que parece no haber mermado1 a lo largo de los siglos. El ser humano sigue imaginando mundos y creyendo en posibles futuros, aparentemente, inalcanzables. El escritor uruguayo Eduardo Galeano apela a esta capacidad de superación en el texto El derecho al delirio de su libro Patas arriba. La escuela del mundo al revés: “Aunque2 no podemos adivinar el tiempo que será, sí que tenemos, al menos, el derecho de imaginar el que queremos que sea”.
La joven donostiarra3 Nerea Ganzarain (1987) partió de este escrito para crear un vídeo de mismo nombre en 2009. Lo colgó4 en Internet y el éxito es rotundo5, más de 117.000 visitas y el agradecimiento del propio Galeano. Ella lo atribuye al “sentido de humanismo que tenemos todos aunque se nos intente siempre coartar”.6
Leyendo estas notas, he recordado a una frase de un escritor brasileño, Jorge Amado, en su libro "O Menino Grapiúna": No tenemos ningún derecho más inalienable que el derecho a soñar. El único que ningún dictador puede reducir o exterminar.
El texto completo de Eduardo Galeano está aquí porque en el vídeo lo han recortado ligeramente.
Aunque no podemos adivinar el tiempo que será, sí que tenemos, al menos, el derecho de imaginar el que queremos que sea. Las Naciones Unidas han proclamado extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar.
¿Qué tal si empezamos7 a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos, por un ratito8? Al fin del milenio vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible:
El aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones;
La gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor;
El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha9 o el lavarropas;
La gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar;
Se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega;
En ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo;
Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas;
Los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas;
Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos;
El mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino10 contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra;
La comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos;
Nadie11 morirá de hambre12, porque nadie morirá de indigestión;
Los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura13, porque no habrá niños de la calle14;
Los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos;
La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla;
La policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla;
La justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda15;
Una mujer, negra, será presidenta de Brasil y otra mujer, negra, será presidenta de los Estados Unidos de América; una mujer india gobernará Guatemala y otra, Perú;
En Argentina, las locas de Plaza de Mayo16 serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria;
La perfección seguirá siendo el aburrido17 privilegio de los dioses18; pero en este mundo, en este mundo chambón19 y jodido20, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero.
Vocabulario
|
Nenhum comentário:
Postar um comentário