Una preocupación constante entre los docentes de todos los niveles educativos –y que les trae más de un dolor de cabeza– son las dificultades de los chicos y los jóvenes para producir textos escritos. Lograr la internalización de convenciones discursivas, amplitud del lenguaje expresivo e incorporación de las reglas ortográficas son asuntos que están en el menú de cualquier aula, y aparecen recurrentemente en los catárticos lamentos dentro de la sala de profesores.
Actualmente maestros y profesores enseñan a alumnos que cotidianamente manipulan herramientas informáticas con las que están muy familiarizados: SMS, chat, Twitter, e-mail, Facebook, blogs y fotologs, etc., y con las que producen textos, y desarrollan nuevos modos y prácticas de escritura.
Cada uno de esos nuevos espacios informáticos de escritura tiene características completamente diferentes. Muchas de estas situaciones de escritura imponen restricciones. Exigen respuestas rápidas, instantáneas, con muchas abreviaturas debido a la reducción del tiempo que se emplea o a la limitación del número de caracteres. Paulatinamente se desarrollaron abreviaturas que forman parte de una jerga común, propias de estos canales de comunicación. Se elimina la corrección y revisión de textos, hay una marcada ausencia de retórica y se reduce considerablemente la sintaxis. Estas son licencias que adoptamos todos a la ahora de usar muchas de estas herramientas, independientemente de nuestro nivel de alfabetización y nuestras capacidades para producir otro tipo de escrituras.
Indudablemente las experiencias y situaciones de escritura se multiplicaron y diversificaron. Sin embargo, en el imaginario colectivo de muchos adultos se señala a la TV y a internet como la causa principal del empobrecimiento del lenguaje y la pérdida de competencias para la escritura.
A lo largo de la historia de la humanidad todos los cambios en las tecnologías de la escritura tuvieron consecuencias en las prácticas sociales. ¿Cuánto sabemos acerca de los efectos actuales? ¿El uso de las TIC que realizan los chicos y jóvenes es la madre de todos los males? ¿Las TIC representan un peligro real para desarrollo de competencias de escritura?
¿Qué dicen las investigaciones?
Ni exaltaciones melancólicas del pasado ni ciega fascinación futurista. Según algunas investigaciones recientes del ámbito anglosajón, las suposiciones apocalípticas y los temores exacerbados están poco fundados.
En la revista Wired Magazine, Clive Thompson reseña un estudio muy interesante llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Stanford (EE.UU.), dirigido por Andrea Lunsford, que se realizó a lo largo de cinco años (2001-2006). Se analizaron 15.000 escritos de alumnos universitarios, incluyendo ensayos académicos, trabajos en clase, correos electrónicos, publicaciones en blogs, actualizaciones en espacios sociales y sesiones de chat. Sin dejar de contemplar el hecho de que este estudio se realizó sobre un recorte particular y en un contexto con condiciones socioeconómicas y culturales específicas, arroja sorprendentes resultados que ponen en cuestión lo que por lo general piensa el común de la gente.
Andrea Lunsford, directora del programa de escritura y retórica de la Universidad de Stanford, ha encontrado que mientras para las viejas generaciones escribir era una actividad netamente escolar, universitaria, que luego se volvía infrecuente a menos que uno terminara dedicándose a una profesión que así lo exigiera, actualmente los jóvenes pasan mucho más tiempo escribiendo que sus antecesores, debido sobre todo a que la comunicación en las redes sociales (Facebook, Twitter, otras) es en gran medida textual. Contrariamente a lo que muchos creen –según Lunsdford– los jóvenes saben reconocer el contexto comunicacional y utilizan lenguajes y estilos diferentes según corresponda para la ocasión: son capaces de adaptarse a las condiciones de producción de cada tipo textual, es decir, de cambiar de registro. La forma abreviada que utilizan en sus mensajes de texto no es la manera como escriben sus trabajos académicos en la universidad. En este estudio no hallaron ejemplos de lenguaje informal, del tipo SMS, en los ensayos académicos de los estudiantes. Los jóvenes tienen mayor conciencia que antes de que escriben para alguien y de que su escritura genera un efecto. Saben lo importante que es conocer para quién y por qué uno escribe. (Ver fragmento de una emisión de El Monitor, un programa del Canal Encuentro, en el que docentes del taller extracurricular de escritura de una escuela de Pujato, provincia de Santa Fe, llegaron a conclusiones parecidas).
Por su parte, otro estudio de la Universidad de Alberta (EE.UU.) muestra que el lenguaje comúnmente utilizado en los mensajes instantáneos no afecta necesariamente la ortografía de los chicos. Las conclusiones de Connie Varnhagen, autora del estudio junto con un grupo de estudiantes de psicología, fueron publicados recientemente en Reading and Writing. Se investigó en un grupo compuesto por 40 estudiantes, de entre 12 y 17 años, qué influencia tenía el uso de las abreviaturas y la jerga comúnmente usada en mensajes de texto, e-mails o chat en su ortografía. Si bien los investigadores esperaban encontrar en sus resultados cierta correlación entre el argot del chat y la mala ortografía, constataron que los chicos con buena ortografía en el aula también la conservaban en sus mensajes instantáneos, y a su vez, los estudiantes con mala ortografía en clase también la tenían en sus mensajes instantáneos.
Lo que los asombró mucho fue descubrir que en el uso de la jerga del chat y la ortografía existían diferencias entre ambos sexos. Las chicas usaban más el argot del chat que los muchachos, que preferían expresarse mediante el uso de los emoticones, o sea marcas de puntuación como componentes de un conjunto de íconos predeterminados para representar estados de ánimo. Ahora bien, comprobaron que los muchachos que usaban más frecuentemente el lenguaje del chat y sus abreviaturas tenían una ortografía más deficiente. Mientras que, a la inversa, las chicas que usaban más abreviaturas tenían mejor ortografía que aquellas que no usaban muchas abreviaturas en sus mensajes.
Nicole Pugh, miembro del equipo de estudiantes investigadores, manifestó que el desarrollo de este estudio los llevó a tomar conciencia de la complejidad y la amplitud de la jerga propia del chat que usaban los estudiantes. Para descifrar el sentido de muchos de los mensajes que analizaron debieron recurrir a diccionarios en línea o consultar a chicos más jóvenes.
Con respecto a las nuevas tecnologías y la escritura, y a la comunicación mediada por computadoras, en el contexto latinoamericano existen algunos trabajos de Emilia Ferreriro . Expertos lingüistas también investigan sobre diversos aspectos de estos temas, dado que las nuevas formas de escribir que propone internet tienen una complejidad que no sólo se reduce a problemas normativos. Al final de esta nota ofrecemos una lista con datos de otros estudios interesantes para consultar.
Uno de los capítulos de Filo: crónicas de la universidad, programa que se emite por Canal Encuentro, incluye entrevistas a especialistas que hablan sobre estos temas.
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